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Más allá de la tecnología, hay un componente humano esencial en el servicio de grúas. Los operadores no solo deben tener habilidades técnicas, sino también empatía, paciencia y una actitud profesional frente al estrés del cliente. Cada intervención requiere una evaluación precisa: si el vehículo está en una pendiente, si hay riesgo de incendio, si la vía es demasiado estrecha o si el conductor necesita acompañamiento hasta un punto seguro. El servicio de grúas, cuando se realiza correctamente, no se limita al transporte del automóvil; incluye la orientación, la asistencia y, en muchos casos, la tranquilidad emocional del afectado. Las empresas más consolidadas forman a su personal en protocolos de seguridad, atención al cliente y gestión de incidentes, lo que convierte esta profesión en una pieza clave dentro del engranaje de la movilidad urbana y rural.